domingo, 12 de julio de 2009

Crónica de una salida en Cabo de Palos (4 y 5 de julio) 4

Capítulo 4. Santiago y cierra España: A la búsqueda de un tesoro (dedicado a Martín)
(c) Fernando García-Quismondo (Erostrato12)
"España, 2009. Debido a las crisis mundiales causadas por los contubernios internacionales, el gobierno de la nación decide encomendar a sus mejores profesionales la recuperación de un ilocalizado pero valiosísimo tesoro que yace bajo las aguas, con el que esperan afrontar la terrible e inmerecida situación que aqueja al país. Lamentablemente, el presupuesto y la dotación asignada para tan épico proyecto, destinado a devolver a España al lugar que merece dentro del concierto internacional, sufre numerosos recortes provocados por los enemigos de la patria, lo que finalmente provoca que deba buscarse una solución de bajo coste. La búsqueda del tesoro será pues asignada a dos insignes investigadores que han demostrado su innegable entrega a la causa a lo largo de décadas (aunque hoy estén ya más que jubilados, y se vean abandonados en un inhóspito asilo rodeados de otros ancianos que no aguantan sus batallitas). Hablamos nada más y nada menos que de los invencibles Roberto Alcázar y Pedrín.Una vez resueltos los trámites burocráticos y compradas las numerosas medicinas que habrían de tomar diariamente nuestros valerosos -aunque ya algo decrépitos- detectives, éstos se arrojaron a las cálidas aguas del mediterráneo un 4 de julio, a las 11:00 zulu, 12:00 hora de España (... y también de otros países de Europa, que nos la copian por envidia). Lo siguiente que leeremos es la reconstrucción de lo que aconteció a nuestros gloriosos héroes, a partir de las declaraciones que efectuaron posteriormente a las autoridades pertinentes y a una enfermera a la que intentaban convencer de ciertos "tratamientos extra" que no vienen al caso. Rogamos disculpen los lectores de esta narración si en algún momento lo contado por nuestros admirados detectives parece un poco inconexo, e incluso surrealista. La mezcla de narcosis, medicación y demencia senil quizá no sea lo más indicado para practicar el buceo ... pero es que, entiéndanlo, tenían que hacerlo por su país. - ¿Listo; Pedrín? ¿Bajamos ya? - dijo Roberto a su compañero de múltiples hazañas una vez que ambos se hallaban ya sobre la superficie. - La duda ofende, señor mío, vamos allá...
Y de esta manera, nuestros héroes se sumergieron bajo la superficie de un mar tranquilo y soleado, en busca de la gloria que les traerá la recuperación de aquel tesoro que ...

- Oiga, oiga, disculpe, señor narrador, que nosotros no lo hacemos por la gloria, ¿eh? Es sólo nuestro sagrado deber para con nuestro país...

Disculpe, Don Roberto, tiene usted razón (malditos héroes, ya no le dejan a uno escribir tranquilo)... Como íbamos diciendo, nuestros héroes se dirigieron por el cabo hacia el bajo, donde se encontraron una estupenda visibilidad que les permitió ver, nada más llegar al fondo, un enorme mero semioculto entre las rocas.
- ¡¡Toma jarabe de porra, villano!! ¡¡Chúpate esa!! - dijo Pedrín, al tiempo que arreaba un cachiporrazo a aquel especimen.
- ¡¡Cáspita!! ¿Qué haces, Pedrín? ¿Acaso era alguno de nuestros enemigos disfrazado?
- ¡Qué va! Lo que pasa es que llevaba mucho tiempo sin sacar a pasear aquí a mi amiga, y ya necesitaba calentar un poco los músculos, que estaba un poco oxidado...
Roberto Alcázar, acostumbrado a las maneras de su socio, miró al cielo, murmuró una breve plegaria, y se giró sin decir palabra, enfrentándose a la fuerte corriente que les impedía pasar al otro lado del bajo, desde donde quizá tuvieran una mejor visión del entorno. Ambos aletearon con denuedo, ayudándose en algunos momentos con las rocas que había al alcance de su mano, expectantes ante las sorpresas que pudiera depararles el destino. Pero nada les hacía suponer lo que iban a encontrar cuando giraron tras aquellas rocas.
- ¡¡Ostras, Pedrín!! ¿Pero éste quién es?
Ante ellos se encontraba un fornido enmascarado que, junto con la equipación propia de todo buceador deportivo, llevaba un pequeño casco, una capa y una gran cruz bordada sobre el pecho de su rojo traje de neopreno. En aquel momento parecía estar luchando con algunos problemas de flotabilidad, cosa harto comprensible si tenemos en cuenta que, en vez de emplear un cinturón de lastre, nuestro desconocido llevaba puesta una cota de malla.
- ¿Pero tú de qué vas, Nicolás? - interpeló Pedrín a aquel hombre - ¿No ves que no es recomendable bucear sólo, por lo que te pueda pasar?
- Señores míos, yo soy el Guerrero del Antifaz, y me encuentro aquí en una misión secreta para dar muerte al invasor musulmán que pretende sojuzgarnos enviando una armada de pateras que nos...
- ¿Pero este tío de qué habla? ¿ha perdido la chaveta? - le interrumpió Pedrín.
- Yo, yo... ya les digo, soy el Guerrero del Antifaz, glorioso hijo de estas tierras bendecidas por Dios, y mi sagrada misión es estar unido a la esencia histórica de este pueblo y su eterno destino que surge desde lo más profundo del pasado que...
- Diantes, y encima habla más raro que un orangután... ¿y esa máscara tan extraña que llevas, amigo? ¿la has sacado de una feria?
- Es un antifaz, bellaco, que llevo desde que herí a Alí Kan - respondió algo enojado el Guerrero - De todos modos, los caballeros que hemos hecho el juramento sagrado ante Isabel La Católica no tenemos por qué dar explicaciones a un plebeyo como tú... así que ve con Dios, y déjame con mi misión.
- Oiga, Roberto, yo a este tío le voy a atizar. Para mí que es un loco peligroso - sugirió Pedrín a su compañero
- No, déjalo - respondió Roberto Alcázar
- Ande, señor "Guerrero del Antifaz", cállese un rato y venga con nosotros a recorrer esta reserva, que será lo mejor...
- Gracias, mi señor. Yo también tengo a gala defender esta nuestra reserva, reserva espiritual de occidente, dechado eterno de virtudes y serenidad propia de una vida generosa, consumida en el fuego inmortal del amor a estos fondos que.... *PAM*
Cuando el Guerrero del Antifaz despertó, con un ligero dolor en la parte trasera de su cabeza, se encontró entre Roberto Alcázar y Pedrín, los cuales estaban apostados tras una roca, admirando una formación llamada "Las Agujas", un mágico lugar de la zona con la sorprendente propiedad de que cambiaba de profundidad en función de quién la midiera.
- ¿Cree que el tesoro puede estar ahí, Roberto? - Preguntó Pedrín-
- No lo sé... pero mira cuánta belleza, cómo la gorgonia amarilla cubre toda la roca. Este sería un buen escondite.
- Sí, pero ahí tenemos a un canalla que nos cierra el paso, déjeme que yo me encargo de él.
El villano, un enorme y feroz nudibranquio, no fue obstáculo para las artes de Pedrín
- ¡¡Toma, bribón!! - dijo, atizándole con la aleta hasta dejarlo semiinconsciente - ¡Y ahora, habla el poco tiempo que te queda! ¡Vamos! ¡Desembucha todo lo que sepas, malandrín! ¿Dónde está el tesoro? Hmmm... parece que no quiere hablar. ¿Le retuerzo el pescuezo, Roberto?
- No, déjalo, la policía sabrá que hacer con él. Aunque no haya cantado, el caso es que tenemos un villano menos, ¿no le parece a usted lo mismo, señor Guerrero?
- Pues hombre - respondió éste - Yo lo que pienso es que somos los privilegiados a quienes la sagrada providencia ha concedido el inefable privilegio de ser la carne y sangre de la poesía de la Histor... *PAM*
Nuevamente, el Guerrero del Antifaz se despertó ligeramente mareado, y con un dolor de cabeza aún mayor, aunque a tiempo de ver cómo sus dos amigos se enfrentaban con denuedo a una terrible banda de morenas que se habían parapetado en gran número en el lateral de aquel bajo.
- Ríndete, necio, somos siete contra tí. - decía una de las morenas, saliendo de su escondrijo, y enfrentándose a las cámaras y al potente flash de nuestros héroes.
- ¿Rendirme yo?, ¡¡jamás, un caballero español nunca se rinde!! - contestó ufano Roberto Alcázar, no dejando títere con cabeza con sus puños
- ¿cómo vas tú, Pedrín?
- Muy bien. Otra más de estas miserables que he mandado a dormir la siesta, como justo castigo a su perversidad.
- ¡Adelante! ¡Seguid combatiendo así, mis valientes! - jaleaba ahora a voces el Guerrero del Antifaz, mientras se incorporaba a la lucha al lado de Pedrín - ¡Seguid así, con viril decisión, con las armas enhiestas en estas horas aciagas donde la arenga gloriosa nos llena el pecho henchido de valor! ¡Sed la hueste invicta que yergue su alma arropada en el sagrado uniforme que... *PAM*
Por tercera vez, el Guerrero del Antifaz volvió a la realidad, escuchando a sus compañeros cuchichear a su lado
- ¿No crees que te estás pasando un poco con él, Pedrín? El infeliz no es tan peligroso... - Dijo susurrante Roberto Alcazar-
- ¿Pero qué quiere que haga, Roberto? ¿Usted le escucha lo que dice? - Valientes míos, objeto he sido de algún ataque malvado del infiel - gimió el Guerrero - Y a pesar de ello en mi fe renace las ansias de conquista de un mañana esplendoroso en el que la tradición...
- Oiga, mire. - le interrumpió Roberto - Si va a seguir con nosotros, será mejor que se deje de esas historias... Tenemos ahí enfrente un grupo de espetones y son demasiados para hacerles frente nosotros dos solos
- Se llaman barracudas, interrumpió Pedrín
- Bueno, lo que sean. El caso es que todas parecen ir en la misma dirección, así que es posible que sepan dónde está el tesoro. Tenemos que atrapar a una. ¿Se hace usted cargo?
- Dejadlo en mis manos... la sangre gloriosa de mis antepasados corre fogosa por mis venas y... ah, perdón - se interrumpió raudo al ver cómo Pedrín sacaba la cachiporra- ... ya voy, ya voy.
El Guerrero del Antifaz, encomendándose piadosamente a San Dunguero, San Turrón y San Dokán para que le protegieran de los malvados, salió de tras la roca, y volvió a los pocos minutos con un espetón entre sus brazos
- ¿Cómo lo ha hecho, de un puñetazo? - Preguntó Pedrín
- No, con el flash de la cámara. Lo he puesto a toda potencia y se ha quedado congelado
Comenzaron a interrogar a aquel ejemplar, que les miraba fijamente con fiera resolución.
- Dinos lo que sepas. Será mejor para tí. - Le advirtió Roberto Alcázar.
- No lograréis que diga nada... - respondió desafiante el espetón.
- ¿Ah, sí? Entonces toma la receta de mis puños, así te volverá la memoria... - dijo Pedrín, pegándole otro flashazo en todos los ojos.
- Así me gusta, Pedrín. Esa medicina le va a arreglar lo suyo. ¿Hablarás ahora?
- No sé nada, de verdad, no sé nada. Sólo un loco que me encuentro a menudo por aquí me ha hablado de un extenso arenal, que esconde numerosos tesoros según él, pero no sé nada más, se lo juro...
- ¿Lo ve, Roberto? Ya tenemos el sitio. Vayamos a por el tesoro a ese arenal.
- Hmmm... me temo que tendrá que esperar a esta noche, mi pequeño amigo - respondió Roberto Alcázar - Ya nos queda poco aire y va siendo el momento de concluir esta inmersión. No hemos encontrado el tesoro, pero sabemos dónde buscarlo esta noche. Además, hemos dejado un buen rastro de villanos inconscientes que no nos molestarán más. Venga, busquemos a los demás amigos que estaban trabajando en esta búsqueda. Mira, de hecho, creo por allí viene Fede...
- ¿Jimenez Losantos?
- Ostras Pedrín, ya te vale... ya te vale...
- Yo... es que... me he confundido... como soy fan suyo...
- Anda, anda, déjalo, y vamos al bar a tomarnos algo, que nos lo hemos ganado. Para tí una zarzaparrilla, que eres aún un chaval
- ¿Cómo? (murmurando) La zarzaparrilla se la va a tomar tu puta madre, señoritingo... mira el viejo chocho éste...
- ¿Decías, Pedrín?- Nada, nada, cosas mías, Roberto, cosas mías... Y tú, Guerrero, ¿dónde vas a ir a pasear el antifaz ahora?
- Yo ahora tengo unas cosas que hacer, pero si queréis podríamos juntarnos esta noche después de que recuperéis el tesoro; en el Sexy Show del pueblo actúa Sigrid, la novia del Capitán Trueno, que se ha metido a stripper - ¡No jodas!, pero ya estará madurita, ¿no?
- Psche, un poco, pero es que a mí me va el morbo ese de lo antiguo, ya me habéis visto... y, vosotros qué, ¿os apuntáis a esta noche?
- No podemos.
- Ah, claro, es porque sois gays... si ya todo el mundo lo decía.
- No gilipollas, no es por eso, es que tenemos una barbacoa
- Ah, pues yo creía que vosotros...
- Pues mal creído...
- Joer, toda la vida pensándolo...
- Pues mal pensado...
- Ya veo, ya... ¡Qué sorpresas se lleva uno! - Sí, que se lo digan al Capitán Trueno. Para sorpresa la suya..."
FIN del Capítulo 4
Fotos: Algunos interpretes de la historia: El mero al que Pedrín dió su merecido, el feroz nudibranquio guardián del camino, algunas de las morenas y la barracuda que no quería confesar...
Y, por supuesto, el Guerrero del Antifaz, una vez que se quita la capa y la cota de malla (todo un profesional del "après-plongée", como puede verse...)

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