sábado, 25 de julio de 2009

Potencialmente peligroso

Nunca se repite suficientemente en las escuelas y grupos de buceo, que la práctica de este deporte es muy sana y divertida , pero que conlleva ciertos peligros, generalmente vinculados a la perdida de concentración, el costumbrismo, la altreración de los protocolos y, en general, el incumplimiento de las más elementales normas de seguridad.
No por sabidas, las estadísticas dejan de ser más alarmantes cuando recitan sin piedad que la mayor parte de los accidentes de buceo se registran en superficie, o muy próximos a ella, y casi siempre al principio de la inmersión.
Los que salimos uno de los pasados fines de semana a bucear en Villajoyosa, nos vimos sorprendidos, en gran medida, por estos síntomas y hubimos de reconocer en el tercer tiempo - durante la cervecita postbuceo y en animada conversación - que, si bien y como en la mayoría de las ocasiones no pasó nada, lo cierto es que algunos fallos de protocolo en el buceo por parejas, el descenso, etc. podrían, potencialmente, habernos costado caro o cuando menos, habernos proporcionado algún que otro disgusto.
Y como si la machaconería de nuestros instructores necesitara de una prueba del nueve, un ejemplo de ello vino a ilustrar una de las inmersiones que, por prudencia - pues acababan de licenciarse unos cuantos OWD - no quisimos entonces relatar pero que ahora, con la distancia y el sosiego del análisis posterior me propongo relatar para sacar las ilustrativas y necesarias conclusiones de aprendizaje continuo.
Y es que tres fuimos los buceadores involucrados en un incidente que ni trascendió, ni fue apreciado por nadie que no fueramos sus protagonistas y, he de decir, que no todos los protagonistas lo supieron al instante.
Buceábamos de regreso a la boya practicando una maniobra de seguridad muy habitual en nuestra escuela, que no es otra que la de compartir aire entre los miembros de una pareja mediante el octopus, cuando uno de los dos llega a 80 bares y el otro aún conserva 100 o más.
Lejos de lo que muchos creen, esta maniobra no es para prolongar artificialmente una inmersión por unos minutos, aunque sí es una de las consecuencias, sino para "transferir" aire a la botella más vacía, en previsión de que se pueda producir un incidente con la botella del buceador con menor consumo. ¿Alguien querría tener que volver a superficie tras una pérdida repentina de la botella con 100 bares, compartiendo aire con un consumidor que ya está en 50 bares, ahora mucho más nervioso y compartiendo con el otro buceador?.
Por ello hacemos esta maniobra que asegura que ambos buceadores mantendrán niveles parecidos de aire en sus botellas, ante un incidente, permitiendo el regreso cómodo y seguro de ambos a superficie.
Retomo el relato. Pues bien, decía que practicábamos esta maniobra a 18 metros ya de regreso a la boya cuando, como responsable del grupo, ordené dar por finalizada la misma antes de alcanzar el cabo e iniciar el ascenso. El buceador receptor retiró su segunda etapa de su boca para devolverla al donante - que ya se había desentendido de la maniobra, dándose inadvertidamente la vuelta - cuando apreció que el octopus que devolvía estaba en flujo contínuo. Decidió bloquearlo invirtiéndolo, golpeando levemente su boquilla y cerrando el paso al mínimo, pero olvidó el pequeño detalle de hacer todo esto con su segunda etapa principal en la boca, una vez liberada la del donante.
Cuando finalmente soltó del todo el octopus y su compañero donante estaba ya a un par de metros por debajo de él, empezó a buscar, sin suerte, su propia segunda etapa. Por un instante miró hacia su compañero y dudó en lanzarse a perseguirlo, pero afortunamente mantuvo la calma y siguió con el protocolo de búsqueda del regulador, ejecutando algunos de los movimientos aprendidos en su ya lejana instrucción OWD, con la boca entrecerrada y burbujeando, pero ya con ciertos síntomas de estrés en él. El resultado fue positivo y todo quedó ahí, pero las consecuencias de este incidente habrían sido desastrosas.
He de decir, por un lado, que, ya en la superficie este buceador aseguró saber que, de no encontrar su segunda etapa principal, aún disponía de su octopus perfectamente fijado a su cuerpo, aunque no lo sabremos nunca, pues no llegó a verse en la necesidad, y por otro, que esta historia que relato no me la ha contado nadie, pues afortunadamente yo mismo fuí testigo de ella y para cuando el buceador estaba a punto de resolver su problema, este Divecon estaba prácticamente sobre él con su propio octopus en la mano dispuesto a "enchufarlo" inmediatamente sobre el apneista involuntario.
Pero varias son las conclusiones que yo extraigo para cada uno de los protagonistas:
  1. la pareja es indivisible en todo momento y siempre ha de encontrarse "a la mano".
  2. las maniobras no terminan hasta que no terminan, valga la redundancia, y nadie puede desenterderse de ellas hasta que finalizan correctamente.
  3. el orden de las maniobras no es casual y lo primero - ponerse la etapa en la boca- es lo primero. Para las labores de limpieza y decoración hay mucho más tiempo si se sigue respirando aire que si no se respira.
  4. la calma y la máxima de para, respira, piensa y actúa no puede ser nunca más eficaz que, precisamente, durante un incidente del calibre que sea. Salir a la desesperada tras un compañero lejano, distraido y descendiendo o hacia la superficie como un torpedo, desde los 18 metros y, probablemente, con la boca cerrada por el pánico, hubieran sido dos errores garrafales y hubieran impedido, incluso, la llegada del Divecon en auxilio del buceador en apuros, que también hubiera iniciado una persecución desesperada.
  5. el Divecon no bucea para divertirse, o se divierte de otra manera. El Divecon no puede perder de vista a su grupo, debe controlar cada movimiento de aquellos, especialmente de menor experiencia y durante maniobras especiales y encontrarse al alcance de los miembros del grupo en un espacio-tiempo razonblemente corto. No debe dudar mientras se resuelve el incidente y debe pensar con toda la rapidez posible las alternativas válidas. Y actuar en consecuencia. Llegar y no hacer falta es un alivio. Hacer falta y no llegar, puede ser un tormento para el resto de la vida.

El incidente, como digo, pasó desapercibido para todos excepto para el afectado y este Divecon, y fue conocido con sorprendida posterioridad por el tercer involucrado, que una vez más no olvidará, como no la olvidaremos ninguno, la lección magistral de la experiencia. Esta vez salió bien, pero todos comprendimos la importancia de las rutinas y el mantenimiento de las buenas prácticas

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